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El señor de los anillos: La comunidad del anillo.

La película más esperada de este año. Noticias, rumores, debates y muchísima impaciencia es lo que ha generado Peter Jackson hasta el momento. Ahora, próximo su estreno, los amantes de la obra de Tolkien y los aficionados al cine ansían comprobar si La Comunidad del Anillo tiene todo lo que se espera de ella. Ya hemos visto la película y esto es lo que me ha parecido:

 

Una gran superproducción

La labor de producción de El Señor de los Anillos es probablemente la más complicada de la historia del cine. Rodar tres películas a la vez con miles de extras, alrededor de una decena de actores protagonistas y complicados efectos visuales es, sin duda, una tarea de titanes. Todo esto se traduce en la enorme fuerza visual de la cinta que, al igual que algunas de las últimas superproducciones bélicas como Salvar al soldado Ryan o Enemigo a las puertas comienza con una sobrecogedora escena de guerra que introduce dramáticamente (y casi de forma traumática) al espectador en la historia.

 

A partir de ahí los acontecimientos se suceden rápidamente. Hay pocos momentos en que la historia haga una pausa, lo cual mantiene al espectador pegado al asiento y consigue que casi tres horas de película pasen rápidamente. Las escenas de acción y lucha, numerosas durante toda la cinta, han sido resueltas con la maestría de Bob Anderson, el asesor de los combates de esgrima en La guerra de las galaxias.

 

De entre los actores destaca uno por méritos propios: Ian McKellen (Gandalf). La fuerza que otorga el veterano actor a su personaje, pese a estar cubierto de barba, melena y sombrero puntiagudo, es espectacular. Elijah Wood y Sean Astin, los hobbits protagonistas, realizan un buen papel, pero ellos y cualquiera de los demás actores pierden su brillo al lado de McKellen. Con la notable excepción de Sean Bean, que interpreta a un Boromir magistralmente conseguido. Liv Tyler y Cate Blanchett, que realizan los principales personajes femeninos, realizan su papel de mujeres élficas con elegancia, estilo y seguridad, esquivando así el peligro de caer en la ñoñería o en la representación de un cuento de hadas.

 

Por otro lado, la ambientación es una de las principales virtudes de este filme. Muchas son las películas de fantasía que pecan por exceso, es decir, de irrealidad. En La Comunidad del Anillo los paisajes, los decorados y los objetos, los colores e incluso los movimientos de los personajes son tan comunes que no resulta difícil introducirse en la historia y hace que aquellos elementos que deben sorprender (seres mitológicos, armas mágicas, etcétera) lo hagan más aún por el hecho de parecer normales.

 

Los efectos especiales generados por ordenador, algo que generalmente se nota demasiado en la pantalla, no resultan, por lo menos para los no especializados en la materia, excesivamente "separados" de la imagen real. Además Peter Jackson, el hombre que ha hecho correr ríos de sangre en su condición de maestro del cine "gore", ha sabido prescindir de la violencia innecesaria sin por ello dejar de mostrar un mundo claramente brutal, una confrontación a muerte entre dos fuerzas y, en un orden de cosas más filosófico, el eterno duelo entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, y los peligros que ésta conlleva para todo el que se deje tentar por ella.

 

La adaptación del libro

Los más encarnizados críticos de esta película y de la trilogía en general serán, por descontado, los lectores aficionados a Tolkien. Todos aquellos que han leído y releído El Señor de los Anillos y las demás obras del autor esperan que Peter Jackson haya respetado al máximo el espíritu que contienen todas y cada una de las páginas de la trilogía.

 

Por supuesto que la opinión de la similitud entre papel y celuloide es estrictamente personal: cada uno tiene su propia historia en la cabeza y espera ver eso mismo hecho realidad en la pantalla. De una manera general, no obstante, puede decirse que Peter Jackson no ha hecho una versión libre de la novela, sino que ha tratado de adaptarla lo más fielmente posible. No en vano ha contado en su equipo con Alan Lee y John Howe, quizá los ilustradores que han puesto más imágenes de las obras de Tolkien en las mentes de los aficionados.

 

Es evidente que era imposible rodar exactamente las más de mil páginas de que consta El Señor de los Anillos. Hay cambios, algunos muy evidentes, pero cuando acaba la cinta puede constatarse que ninguno de ellos afecta al cuerpo principal de la historia. En los momentos clave los diálogos son los mismos que en la novela y algunos pasajes del libro han sido tratados con una exactitud asombrosa: la entrada en Moria, la lucha con el Balrog, la conversación entre Frodo y Galadriel... El resultado: sabiendo que se está viendo un filme y no leyendo un libro, cualquier aficionado a El Señor de los Anillos saldrá mucho más que satisfecho del cine: saldrá con ganas de ver de nuevo la película y esperando ya, con impaciencia, el estreno de la segunda parte.